Hemos perdido la actitud de "sorpresa filosófica". Ante lo "normal" del comercio. (Parte 1)
por Kurt H. Noeding Koltermann
Colegiatura CEL # 06326
Como alguien que sufre del Síndrome del Tourette, y que tuvo que esperar hasta los 38 años de edad, porque no había un tratamiento farmacéutico adecuado, siempre me ha sorprendido los servicios que se brindan a través de los mercados, sin haberlos planificado. Por ejemplo, ni yo ni otros afectados por el síndrome, hemos planificado o solicitado el desarrollo y el suministro de nuevos medicamentos que los laboratorios farmacéuticos han desarrollado, voluntariamente y por su propia cuenta, para el Tourette.
Los mercados me sorprenden, unen a gente de diferentes partes del mundo, sin recurrir a la violencia, sino apelando a la coordinación voluntaria, a pesar de que tenemos diferentes orígenes. Los mercados permiten que intercambiemos algo que valorizamos en no tanto (por ejemplo, el monto en soles de un medicamento) por algo que valorizamos en mucho más (el medicamento en sí); es decir, que los mercados permiten intercambiar cosas que no queremos tanto por cosas que sí queremos.
De esta manera, los mercados canalizan los recursos (mano de obra, maquinarias y equipos, y recursos naturales) hacia aquellas actividades que la sociedad valoriza superiormente, desalentando, de esta manera, el desperdicio e incentivando la creación de nuevas ideas.
Y lo sorprendente: los mercados ejecutan esto, sin ninguna autoridad central ni gobierno que le dé las órdenes y le diga cómo hacerlo. Realmente sorprende esta realidad, de modo que, en esta edición y las siguientes dos, les describiré y reflejaré, de manera teórica, cómo funcionan los mercados.
Los mercados, con los que más relacionamos la economía, son, por ejemplo, el mercado de Santa Anita donde se compran y venden alimentos, o el centro comercial de Gamarra, donde se juntan las personas para comprar y vender ropa.
En cualquiera de ellos, cientos de hombres intercambian sus bienes, comparando las ofertas y regateando los precios. Sin embargo, existen otros mercados no tan obvios, y para otros productos, en especial, por internet. El intercambio y el comercio forman parte de la vida cotidiana, pero ¿por qué participamos de él?
La respuesta es sencilla: el comercio nos agrega valor. Intercambiamos cosas porque obtenemos algo que valoramos más, y entregamos algo que valoramos menos, obteniendo una ganancia psíquica. Hasta los niños, implícitamente, actúan de esta manera: le dan un juguete viejo, del cual ya se cansaron de jugar y que no valorizan en mucho, a cambio de que su amiguito le preste su bicicleta una semana, servicio que valoriza el niño en más que el juguete.
Y lo más maravilloso es que ambos niños salgan ganando en este intercambio, pues el juguete, con el que estaba cansado el niño, puede ser algo muy codiciado por el otro niño.
Ambas partes del intercambio obtienen una ganancia psíquica, en este pacto, porque obtienen algo que valoran en más que lo que dieron a cambio. Esto lo llamó Ludwig von Mises la “Ley Fundamental del Intercambio”. No hay estafa ni asalto, ni obligación de aceptar algo de menor valor. El valor está en mi mente, que estima más o menos una cosa. Es mi opinión personal y subjetiva de lo que comercio. No es un atributo objetivo, ni colectivo, ni medible de las cosas, como sí lo es su tamaño, su peso.
Diferentes personas valoran la misma cosa de modo muy distinto. Alguien, bajo el sol caliente de Paracas, puede valorar una jarra de agua más que su reloj Rolex; y alguien en la helada de Puno, también puede valorar más una caliente colcha que un reloj Rolex. Lo importante: para que haya intercambio entre nosotros dos, debemos valorar de manera distinta los objetos a intercambiar. Es decir, yo valoro más lo que tú me das, y tú al revés. De esta manera, los intercambios y el comercio, siempre crean valor para ambos, bajo la condición de que se actúe voluntariamente, y sin dolo. He aquí la importancia de un adecuado marco jurídico e institucional con un Estado de Derecho Clásico Liberal, dentro del cual recién puedan surgir todos estos beneficios del comercio.
En la próxima revista les hablaré acerca de cómo los mercados armonizan diferentes objetivos vitales, y el rol de los precios en este proceso.